LOS CUENTOS CUENTAN
La
primera función que tiene el cuento es el deleite, disfrutar de las historias,
de los personajes, de la magia, de los hechos atemporales. Pero esta no es su
única función.
En
concreto, a través de un cuento:
¦ Socializamos, inculcamos ideas,
creencias y valores sociales.
¦ Se legitiman instituciones o
instancias sociales, funciones y roles.
¦ Se ofrecen modelos de actuación.
¦ Se ofrecen modelos de identificación
desde el punto de vista emocional.
¦ Se enseña como solucionar
conflictos.
¦ Se ofrece un mundo mágico, que el
niño y la niña viven, y en el que pueden descargar la agresividad, la ansiedad
y los miedos reales.
Ofrecemos
una fuente de imaginación y creación. A partir de ellos, niñas y niños crearan sus propias historias e imaginaran su
mundo ideal, sus sueños y sus pesadillas.
El
cuento preferido por los niños es el cuento fantástico, el tradicional,
"el cuento de hadas". Suele ser el primer contacto de la infancia con
la literatura, sin embargo, este primer contacto no es tan inocente como
pudiera parecer, ya que está estereotipado en los atributos de personajes
femeninos y masculinos, las acciones, los rasgos emocionales que se les
atribuyen, y así por ejemplo:
¦ Ellas siempre esperan, cosen,
limpian, lloran.
¦ Ellos siempre luchan, salvan,
rescatan, viajan.
¦ El poder del personaje femenino mágico
(el hada) radica precisamente en su magia otorgada por algo o alguien.
¦ El poder del personaje masculino mágico
(el mago) radica en su sabiduría.
¦ La maldad del personaje femenino
radica en los celos y fealdad.
¦ La maldad del personaje masculino
radica en su poder (lobo) o en la avaricia (ladrón).
¦ Finales que representan la forma más
perfecta de existencia deseada: casarse con el príncipe o princesa y
convertirse en rey o reina.
¦ Las niñas y mujeres se describen
como bonitas, dulces, delicadas, pobres, ingenuas, intelectualmente torpes,
intuitivas, volubles.
¦ Los varones en general se describen
por su valentía o cobardía, astucia, agresividad, eficacia y por sus trabajos o
por sus situaciones de poder.
Entre
estos estereotipos, el mas usado, y quizás el mas peligroso en la formación de
la identidad de genero, tanto del hombre como de la mujer, es la figura del príncipe
azul y el mito del amor romántico, los celos, los sentimientos de posesión,
ansias de control y paternalismo se nos transmiten como el “reflejo del amor”.
Nada más lejos de la realidad. El amor romántico, aquél por lo que la enamorada
haría (y tiene que hacer) cualquier cosa para que su enamorado, que no conoce
límites (tiene que tener), que no entiende de espacios propios (todo se tiene
que hacer con él y pensando en él), que no contempla las necesidades que
podrían hacer decir “no” en el otro (si amas, lo importante es, siempre, éste otro),
que supone amarlo a él más que a una misma (eso sería muy egoísta), y que no
entiende la propia satisfacción y felicidad si no es mediante la del otro (de
nuevo el egoísmo y el no entregarse ni amar del todo). Si se actúa según estos
postulados de este amor romántico, pasional e intenso, es fácil perderse de una
misma, pues estamos esperando sólo la aprobación del otro, su felicidad, el ser
merecedora de su amor (y constantemente deseada). Así el amor romántico, el
amor Ciego, nos ciega y es el terreno propicio para que las relaciones
desiguales aparezcan y se consoliden
como relaciones abusivas.
Se
deben inventar cuentos que ofrezcan modelos alternativos a los tradicionales, y
por tanto se puedan superar los prejuicios sobre la mujer. Hay que narrar
cuentos en los que las mujeres puedan expresar sus sentimientos y los hombres
puedan llorar. Cuentos donde los personajes masculinos barran la casa y cuentos
donde una niña se mire al espejo y no vea a una princesa. Cuentos en los que no
se transmita que ser mujer implique tener que ser dependiente, insegura o
pasiva. Cuentos para que las nuevas generaciones de mujeres no se dejen engañar
por falsos salvadores.
Os
invitamos al leer el cuento infantil Arturo y Clementina, un cuento que invita
a la reflexión.
Bibliografía.
Sonia Menor Gutiérrez