sábado, 19 de mayo de 2012

consecuencias para la víctima


-          Renuncia, para así evitar el conflicto

-          Confusión: no se atreven a quejarse o no saben hacerlo. La confusión genera tensión. Durante este combate psíquico, las víctimas renuncian a su identidad propia. Pierden todo su valor ante sí mismas.

-          Duda: la víctima no puede comprender y niega la realidad. Buscan razones que expliquen lo que les ocurre, y al no encontrarlas, pierden su seguridad en sí mismas.

-          Estrés: aceptar la sumisión supone una tensión interior que contribuyen a disgustar menos al otro. El estrés continuo puede hacer emerger un trastorno ansioso generalizado, con aprensión y anticipación permanentes, tensión constante e hipervigilancia.

-          Miedo: con el fin de eludir la violencia, las victimas tienden a mostrarse cada vez más amables y conciliadoras, lo cual, reactiva la violencia del agresor.

-          Aislamientos: a la hora de afrontar lo que les pasa, las victimas se sienten solas. Dudan de sus propias percepciones y llegan a sospechar que están exagerando.

¿Cómo debemos actuar? ¿Es oportuno explicarle directamente a una persona  víctima de género que lo que está viviendo no es lo normal? ¿La intervención solo debe basarse en decirle que no debe aguantar los malos tratos? Es imprescindible, brindar a las victimas un espacio de seguridad y confianza; y  evitar los juicios de valor o cualquier interpretación o sugerencia que culpe, directamente o no,  a la mujer por los malos tratos que ha padecido.

(Marie-France Hirigoyen, “el acoso moral")


Jennifer Pintor González

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