El feminicidio es la violencia
dirigida a las mujeres por su condición de ser mujer. Sus orígenes los podemos
situar en las relaciones desiguales entre hombres y mujeres y el sometimiento
de ésta a una estructura o sistema de poder patriarcal.
El feminicidio es un tipo de
violencia extrema que ha evolucionado conforme se han ido produciendo cambios
en la sociedad. Por ello la violencia ha traspasado las fronteras del ámbito
familiar y de pareja y se ha introducido en escenarios donde ser mujer puede
ser peligroso… el crimen organizado, el narcotráfico, la corrupción de los
gobiernos, del ejército, de la policía… son sistemas en los que la desigualdad
a la mujer se ha multiplicado. Esta violencia extrema contra la mujer se
concentra en zonas conflictivas de América Latina donde la capacidad del estado
se ve reducida a favor de los cárteles de la droga, las “maras” o de
organizaciones delictivas. Ante esta
situación, la sociedad internacional se esta movilizando. Iniciativas como la
“Convención sobre la eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer ” (CEPAW), la
convención de Belem o Paro, o la creación de organizaciones internacionales
como el UNFEM, tratan de apoyar el desarrollo de un marco normativo de
protección que reconozca el feminicidio como un problema a tratar, mediante el
desarrollo de un cambio en los patrones y prácticas que han legitimado
sistemáticamente la violencia. Este paso, dado por los gobiernos y presionados
por la comunidad internacional, es importante pero no el único que se debería
dar. La violencia hacía la mujer está intrínsecamente aparejada al conflicto y
a la lucha de poder de los grupos que pugnan por él. Creemos por tanto que la
legislación es insuficiente en el tratamiento de este problema tan complejo.
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